Era el mes de enero cuando recibí una llamada de Alberto,
-Ritxar ¡!! Te vienes este año otra vez a Groenlandia ¿?
-Claro!!!, otra vez a hacer la travesía del Inlandsis?
-Claro, claro!
- Ok, hablamos más adelante, pero cuenta en Junio conmigo.
5 meses después estaba de nuevo en el avión dirección al norte. Esta vez me quedaría hasta finales de Julio.
Era un 12 de Junio cuando aterrizaba en Narsarsuaq, nada más ver el paisaje ya veía que el verano venía adelantado. Durante todo el invierno había seguido la meteo de Groenlandia desde mi casa, y comparativamente había sido un invierno más duro en Vitoria que en el sur de Groenlandia. De echo este invierno no se había congelado el fiordo de Tunulliarfik, que separa Narsarsuaq de Quasiarsuq. Esto marcó la travesía que comenzamos 3 días más tarde.
Aterrizar…, y sin prácticamente saludar a nadie, ya me encontraba preparando la comida de la travesía, al día siguiente, junto con otros 6 guías subiríamos con todo el equipo hasta un domo que se encontraba a 3 horas dentro del Inlandsis, donde pasaría la 1º noche con mi grupo, y donde comenzaríamos a arrastrar las pulkas.
Al día siguiente dormíamos en el domo y al día siguiente, 14 de Junio, con todo preparado, bajamos de nuevo a la playa y de ahí a Qasiarsuq a descansar.
El día 15, sobre las 15:00 horas llegó mi grupo, Ángel, Jaime, Karin y Meryem. Después de tener una reunión por la tarde con ellos y explicarles un poco, como íbamos a organizarnos durante la travesía, cómo se montaban las tiendas y cómo había que fijarse el esquí a la bota, pasamos el resto de la tarde disfrutando que tuvimos ese día.
El día 16 comenzó el viaje, por la mañana nos embarcamos rumbo a Narsaq y de ahí hasta la playa de Qalegariq, donde comenzamos la ascensión hasta el nuestro 1º campamento. No me costó darme cuenta de que el grupo iba a ir muy bien, éramos un grupo homogéneo y bien avenido, y además estaban muy muy fuertes. Compartimos la ascensión con Javi y Gerardo, que nos ayudaban con el resto del equipo y comida que faltaba.
Por la tarde comenzó a soplar un viento sureste muy fuerte, con rachas por encima de los 15 m/s, por suerte estábamos dentro de la tienda que nos protegió del envite de las ráfagas y la lluvia.
Al día siguiente pronto por la mañana comenzamos la ruta, según el plan, este año iríamos más al norte, quería salvar las grietas que el año pasado me habían hecho sudar tinta para atravesarlas, el grupo era fuerte, y estaba seguro de que iba a responder a las largas jornadas.
Las condiciones del Islandis eran peores de las que me esperaba. El 2º día los esquís fueron cómodamente colocados en el trineo. El hielo vivo que encontramos nos hizo avanzar todo el día a pie. Se sumaba que había muchísimos ríos y charcos, el trineo se volcaba, se llenaba de agua, se atascaba ufff!!! . Por fin a última hora, después de todo el día, conseguimos poner la tienda sobre la nieve. Estábamos rodeados de grietas. Tuvimos el primer susto, un miembro del grupo se cayó a una grieta pese a mis advertencias de que no se movieran del campamento, los días sucesivos el grupo se tomo más en serio mis advertencias.
El calor era sofocante, las nubes hacían que no helara por las tardes, la nieve era muy húmeda y profunda, dificilísima para progresar. Este tipo de nieve es bastante normal en Groenlandia pero la condiciones de este año eran muchísimo peores que el pasado. Durante 4 días avanzamos hacia el Norte, la 3ª jornada decidí que iríamos encordados el resto de la travesía, el peligro de caer en una grieta era más que real, así que aunque la progresión sería más trabajosa y mi grupo disfrutaría menos de la ruta, la seguridad era lo más importante.
Los días pasaban y la ruta no mejoraba, 15 km más al norte que el año pasado, las condiciones seguían siendo pésimas.
El ambiente en el grupo era excepcional, nos lo estábamos pasando realmente bien. La colaboración del grupo para las tareas diarias era total. Se iban turnando a diario para ayudarme con la cocina, coger nieve para hacer agua, pasar los termos y botellas con té y agua, pasar la comida preparada a la otra tienda, fregar, etc, etc.
Por fin tuvimos los primeros días despejados, progresábamos con mucha rapidez y la ruta ya se parecía muchísimo más a lo que por ejemplo, Jaime, se esperaba. El era un hombre con experiencia en este tipo de viaje, ya había estado en el Polo Norte, con Tierras Polares y en el Polo Sur, la ruta se parecía cada vez más a lo que él buscaba. Cada uno tenía sus sensaciones, y era parte del día que las contara al resto. Los atardeceres estos días despejados son lo más increíble que yo nunca he vivido, decenas de tonalidades de naranjas y azules, esto, unido al silencio total, lo hacía irrepetible.
Todas las tardes montar el campamento, Karin y Jaime absolutamente especializados en construir aeropuertos en la nieve, pisando con sus esquís el lugar donde íbamos a colocar las tiendas, Ángel y Meryem los arquitectos del grupo, montaje de tiendas de campaña y yo…un poco de todo, recoger material, organizar el trabajo, montar tiendas, marcar la zona de acampada libre de grietas, y por supuesto derretir nieve y hacer comiiiidddaaaaa!! muuucha comida!!!.
Aun realizando una ruta mucho más larga que el año anterior el 10º día llegamos a las inmediaciones del Aputatuisoq, con mucho viento montamos las tiendas de campaña. Al día siguiente sobre las 6 de la tarde un helicóptero vendría a recogernos. Esa tarde el viento iba en ascenso, le pedí a Javi por el teléfono vía satélite que me actualizara la predicción de la meteo de las siguientes horas,… el viento subiría hasta 15 m/s, había que reforzar el campamento…Me vestí, botas, gafas de ventisca y la pala, había que construir un muro de nieve, eran dos tiendas a proteger así que nos llevaría un rato. Un minuto más tarde todo el grupo estaba fuera echando una mano, ole por ellos!!!! Nos quedó un muro de lo más aparente. La calidad de vida dentro de la tienda mejoró muchisimo, esa noche pudimos dormir, pese al viento. Las horas pasaban y la hora de recogida llegó, el viento no amainaba, ¿podría aterrizar con ese viento? A última hora recogimos todo el equipo, el helicóptero llegaría en 20 m. Debido a las prisas, una de las tiendas se me voló, imposible cogerla, viéndola rodar por la nieve, mucho mas rápido de lo que yo podía correr, cada vez era más consciente
de la noche miserable que pasaríamos, si el helicóptero no podría aterrizar con este viento.
El helicóptero aterrizó sin mayores problemas y nos trajo de vuelta hasta el hostel Leif Eriksson en un vuelo increible. Como el año pasado el vuelo fue inolvidable.
El Aputiatuisoq desde el aire.